El arte del encuentro: un Walkscape con Francesco Careri
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de David Ordaz Bulos
“Para que el sol avance hay que detenerse”
Un loco entre los magueyales del Valle del Mezquital.
Ya sea para dislocar el control rutinario de escuelas o trabajos, en un grupo o de manera solitaria, o bien en el campo o en la ciudad, caminar siempre me ha servido para encontrarme conmigo mismo. Desde que conocí, el libro Walkscapes, el andar como práctica estética de Francesco Careri, se reforzó mi interés en las caminatas desde un bagaje conceptual inspirador que atraviesa las deambulaciones oníricas de los surrealistas hacia los lugares banales para entablar encuentros con el inconsciente colectivo de la ciudad. O bien, las acciones del movimiento situacionista provocador de la cultura institucional a través de derivas para producir tiempo lúdico constructivo. Todo ello nos deja ver que el espacio es un interlocutor autónomo donde a través de acciones detonamos el arte del encuentro (lo que Martin Buber definió como pasar de la relación yo – eso a la relación yo – tú).
En el marco de las actividades del Festival Internacional Mextropoli y gracias al Colectivo Latitud 19 Arte Contemporáneo y la Facultad de Arquitectura de la UNAM; Francesco Careri, miembro fundador del grupoStalker Osservatorio Nomade (1995) y profesor de la Universidad de Roma Tre donde imparte la cátedra de Arte Cívico, visitó la Ciudad de México y tuvimos varios encuentros con él, aquí una secuencia sobre la experiencia.
1er encuentro / Tlatelolco: penetrar/abrir la ciudad
Viernes por la tarde, la cita para la charla entre Careri y Pedro Ortiz Antoraz en el atrio de la Iglesia, Plaza de las Tres Culturas era a las 5:30. Habíamos unas 10 personas esperando mientras la lluvia comenzó a caer, por lo que nos resguardamos en el Centro Cultural Tlatelolco. A la llegada de Careri improvisamos un auditorio en la cafetería del lugar (ya cerrada) y comenzamos la charla al tiempo que surgía la inquietud de salir por un trago cerca de los alrededores. La conversación fluyó para contextualizar a Careri sobre el espacio mexicano, así como para dialogar sobre la transformación de lo urbano y transitar por espacios privados.
Ya entrada la noche salimos hacia el primer cuadro del Centro Histórico, las opciones disentían entre tomar el trolebús o caminar, desde luego caminamos, pero no en línea recta por el transitado Eje Central (como en un principio sugerimos), sino en zig zag atravesando Tepito y Garibaldi hasta llegar a Santo Domingo. Una vez ahí, dirigiéndonos cuál turistas hacia el Templo Mayor, nos topamos con un evento reservado dentro del Centro Cultural España. Fue así como pasamos de la teoría a la práctica de inmediato: transitar por un espacio privado al que no estábamos invitados. Mientras una parte del grupo fue rechazada, la otra parte logró entrar; al final algunos terminaron por colarse mediante otro acceso, mientras que otros se fueron. Así, coronamos éste primerWalkscape con vino y canapés gratis.
2do encuentro / Academia de San Carlos: una hora, un objeto, una historia.
Por ahí de las 10 de la mañana del sábado inició el Taller / Deriva, conformado por un grupo de aproximadamente 30 personas en su mayoría, estudiantes de arquitectura de diferentes instituciones, además de “colados” (o “insurgentes” como Careri los definió). La primera consigna fue salir a comprar un objeto con valor de alrededor de 10 pesos y recorrer el territorio, siempre bajo la condición de penetrar lo más posible el espacio con la intención de alterarlo y provocarlo, apoyándonos en la capacidad urbana para ser mutada y así, regresar con un happening o alguna situación relacionada al objeto adquirido. Careri mencionó que una recomendación común a sus estudiantes dentro de los trayectos, es que tomarse un café con alguien vale 1 punto, almorzar con alguien 5 puntos y tener sexo con alguien, un reconocimiento general. Otras recomendaciones fueron no tomar más de diez fotos, enfocar el trayecto en construir un catálogo de situaciones e historias con la gente y no regresar nunca por el mismo lugar.
Al final de la caminata, cada uno de los equipos mostró los objetos hallados y comenzó a construir una narrativa con el fin de armar un mapa, una psicogeografía humana a partir del registro de historias, fotos, videos y objetos. Los objetos encontrados fueron: una piñata de burro, un poster de Pedro Infante, una corona de niño dios, un frasco de árnica para aliviar un golpe, un cubo rubik, monedas antiguas, amuletos de vagabundos, frutas, cadenas de esposos, un par de botas de plástico, una vela, etcétera.
3er encuentro / ATEA: no puedo construir una obra sin el otro.
Una vez reunida la primera serie de objetos, la segunda consigna del taller fue provocar, romper con las retóricas, provocar a la gente (sin ser mal educados), llevar al límite las situaciones, producir intercambios, encontrar nuevas historias y anécdotas. El nuevo punto en el que nos reuniríamos al cabo de dos horas seríaATEA, un espacio de experimentación sobre intervenciones urbanas arquitectónicas, ubicado en la calle Topacio de La Merced.
Bajo un pesado sol y el frenético ritmo del centro histórico (un sábado al mediodía), cada equipo improvisó e hizo lo posible para relacionarse. Algunos intentaron hacer un trueque material por una historia particular del lugar (compraron jugos y pusieron un letrero de: cambio jugos por historias), otros hicieron una especie de performance sobre matrimonios entre desconocidos afuera de una iglesia, otros provocaron a la policía pegando un poster de Pedro Infante y carteles vacíos, y otros más regalaron frutas a un vagabundo.
Cuando llegamos al punto de reunión e intentamos plasmar las experiencias dentro del mapa, comenzaron a surgir reflexiones y preguntas alrededor de los hechos: ¿hasta qué punto nuestros objetos eran infantiles?, ¿hasta qué punto eran kitsch?, ¿cuál era la capacidad de articular un discurso aceptable por parte del grupo?, ¿cómo nos posicionamos con el otro: desde la misericordia, desde la compasión, desde la soberbia, desde los disfraces académicos?
4to encuentro / Facultad de Arquitectura de la UNAM: la provocación creativa.
A pesar de que este taller/deriva fue una micro experiencia que, debido a la brevedad del tiempo, poco pudimos profundizar, me mostró que mediante dispositivos de encuentros es posible reconstruimos y, más que participar (término por demás asimilado y desgastado por los discursos políticos demagógicos), es posible relacionarnos y tender puentes extradisciplinares. No se trata solamente de salir a caminar, se trata de provocar encuentros, algo que resuena con lo que Jacob Levy Moreno señaló como: recuperar la propiedad del acto creador desde la espontaneidad, la sensación de sorpresa y de irrealidad que altera la realidad en la que surge el acto.
Se trata, como dice el mismo Careri, de “aprender a moverse y saber dónde detenerse para perder el tiempo, pues quien pierde tiempo gana espacio, y sólo perdiendo el tiempo se puede producir un encuentro con el otro y lo otro”. Un encuentro donde es mejor no crear expectativas pero sí romper jerarquías, viéndonos no como expertos, sino como seres con problemas también. Todo esto sin olvidarnos que, para lograr una interacción creativa, es necesario provocar al otro a tal punto de lograr romper con las banalidades cotidianas. Y así ver que provocar, evoca una alteración a lo que ya conozco pues, “si no altero, no me situaciono” (el situacionar como acto creador de circunstancias) . Por tanto, mi situación radica en lo que provoco: mi participación y primoridalmente, mi relación. Donde hasta el no hacer, es acción que provoca situación, que situaciona.
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